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En el IEP hemos instalado una cocina. Es una cocina física, por supuesto, y también es una declaración de intenciones. Tanto en las consultas individuales, como en el trabajo que estamos ya haciendo y que vayamos a hacer con las empresas, la cocina será un elemento central del tratamiento. Desde que la Psiconeuroinmunología comenzó su labor de investigación entorno a la salud y al rendimiento, la alimentación se colocó en el centro de la escena. Y ahí sigue más de tres décadas después.
Una de las formas de cocinado más interesantes y también más antiguas, pues se cree que comenzamos a usarla por voluntad como forma de cocinado hace más de 10.000 años (1) tiene que ver con el proceso de fermentación del nutriente. La fermentación, es un proceso químico que acontece en ausencia de oxígeno y que toma lugar a partir de la propia energía presente en los alimentos que será utilizada por ciertos microorganismos para modificar al propio nutriente. El profesor Keith H. Stainkraus de la universidad de Cornell, publicó en 1993 como el proceso natural para esta forma de cocinado ya estaba presente en la tierra cuando el Homo Sapiens hizo su aparición en ella, de tal manera que cuando se estudian estos alimentos fermentados, en realidad se estudia la relaciones más íntimas entre el hombre, los microbios y los alimentos (2).
La fermentación, por tanto, es una fantástica forma no solo de aumentar la vida útil del alimento en sí, sino también su contenido en fitonutrientes (3) pues las modificaciones que se consiguen de él, pueden convertirlo en un auténtico medicamento, con mejoras en la calidad de las proteínas (4) o en la biodisponibilidad de magnesio, vitaminas B y Zinc, todas ellas, sustancias que guardan relación con nuestro estado de ánimo (5-8).
Dos son los órganos que parecen sacar mayor beneficio de este proceso: el intestino y el cerebro. No obstante en los últimos años, se está poniendo el foco de atención en las relaciones que se establecen entre estos órganos, de hecho ya se habla de un eje cerebro-intestino (Brain-gut Axis) que establece relaciones bidireccionales condicionándose recíprocamente (9). Para entender las relaciones entre estos órganos es importante entender el papel de las bacterias de nuestro intestino, nuestra microbiota, pues desempeña un roll clave en la modulación de ambos órganos (10,11). Sociedades que siguen dietas que incorporan este tipo de alimentos, como la mediterránea o la japonesa, o incluso las más propias de las sociedades cazadoras recolectoras, presentan tasas más bajas asociadas a síntomas depresivos (12,13).
Uno de los grupos de alimentos más interesantes para ser fermentados, son las verduras, las cuales a través de esta forma de cocinado permiten el crecimiento de bacterias probióticas imprescindibles para el mantenimiento de la salud no solo intestinal sino inmunológica del organismo (14-16) . Mantener un intestino sano, no solo es crucial desde un punto de vista inmunitario sino también desde un punto de vista neuroendocrino pues sus bacterias se convierten en grandes productoras de neuromensajeros tales como la serotonina, dopamina, o el GABA que tendrán su diana fundamental en el cerebro (17), beneficiando indudablemente a nuestra mente.
Reserven un rato estos días, viajen a Harvard con nosotros, y ofrezcan una oportunidad a la fermentación de los alimentos. El proceso es entretenido, y su salud lo agradecerá.
REFERENCIAS
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13 Marzo
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