Una ciencia ideal para compartir con amigos

¿Qué tendrá que ver la leche que tomas con tus dolores crónicos de rodilla? La pregunta de un amigo era un gran motivo para el lucimiento. Pero a un simple profesional del baloncesto le faltaba mucho todavía por experimentar; muchos cabos por atar. Aquello estaba empezando.

Aquello era todo un proceso. Y felizmente el sujeto del proceso era yo; como lo habían sido otros –no muchos otros- antes, y como vienen siendo ya muchos más después. Déjenme que les cuente brevemente mi caso, para centrar este artículo sobre las probables consecuencias de lo que comemos, del tipo de movimiento al que nos habituamos y del entorno en el cual nos relacionamos. Todo ello forma parte de las bases de estudio de la Psiconeuroinmunología clínica (PNIc). Una ciencia relativamente joven, que comenzó a desarrollarse en los años 80 con los trabajos de los norteamericanos Robert Ader, Sheldon Cohen y David Felter, En Europa, dos pioneros holandeses, el Doctor Bram Van Dam (ya fallecido), y Leo Pruimboom, residente en España durante más de dos décadas, son protagonistas desde entonces de un extraordinario desarrollo en su parte clínica, es decir, en la ciencia orientada a la curación de patologías.

Precisamente, el Instituto Internacional en Jávea (Alicante), centro de operaciones de Leo Pruimboom entonces, fue mi lugar de vacaciones el año 1997. Allí aterricé para tratar una dolencia en ambas rodillas, diagnosticada como tendinitis rotuliana crónica, de la cual había sido incluso operado, pasando casi 6 meses de recuperación que no habían dado los frutos esperados.

Jamás podré olvidar el primer día que pasé consulta –más de una hora de preguntas y reflexiones, lo que en términos de la terapia se denomina la anamnesis-, pues acabé corriendo ni se sabe los kilómetros y el tiempo por un asfalto que no se terminaba nunca. ¿Pero lo tuyo no era una tendinitis crónica en ambas rodillas, que no te dejaba casi ni conducir y mucho menos correr por superficies así? Pues sí, y no. La ciencia había dejado claro que la tendinitis existía, pero que era una simple consecuencia, y que su intervención se orientaría a encontrar las verdaderas causas de esa cronificación, tratándome a mi, y no a mis rodillas.

Como se pueden imaginar, y tras un final feliz del tratamiento, ese mes se convirtió en el principio de una gran amistad. Llegué a la PNI con el diagnóstico en los tendones que me impedía desarrollar mi profesión, y su método científico me devolvió un estilo de intervención que jamás finaliza, porque no deja de incorporar conocimientos y hábitos de absoluta vanguardia. ¿Qué tendrá que ver lo que desayunas –o no desayunas-, con la energía a disposición del cerebro poco antes del inicio de la reunión del consejo? La pregunta de un amigo, ahora a un cuarentón impulsor del Instituto Español de Psiconeuroinmunología (IEP), se vuelve entonces tan pertinente como aquella que le hicieron al deportista veinteañero. ¿Qué tipo de ejercicio debería hacer, y qué tiempo debería ocuparme, cuando casi ni lo tengo para ver a mis hijos durante la semana? ¿Qué nutrientes me ayudarán en un día de máximo estrés, si realmente quiero estar en forma mental para superar mis retos laborales?

Les invito, en resumen, a que se acerquen cuando lo necesiten a una ciencia capaz de mejorar su rendimiento cerebral, con novedosas propuestas en la forma de comer, de moverse y de relacionarse con el entorno.

Y les dejo aquí con un proyecto muy especial; la aplicación de la PNI al mundo del deporte, tanto en su vertiente más genérica, como en la que persigue el Alto Rendimiento.