Actividad física, la estrategia más potente para mejorar la salud (y II)

Si hay una cualidad que pudiera pertenecer al Homo Sapiens tanto como un cerebro pensante, sería sin ninguna duda el movimiento. Resulta prácticamente imposible poder explicar el desarrollo de la conducta humana sin el impacto que ha tenido toda la neuroanatomía responsable para la elaboración de los programas motores (pinchad para ver la primera parte de este artículo).

En la medida que el Ser Humano fue dominando el medio en el que se seleccionó, desarrollando cada vez más sus funciones cognitivas y tomando mejores decisiones, limitó el impacto de aquellos factores que habían venido configurándose como elementos de presión evolutiva.

De repente, desafíos como El Hambre, la Sed, El Frío, El Calor, La Violencia o Las Infecciones, disminuyeron su impacto, pues el desarrollo social, cultural y tecnológico permitió un mayor control sobre ellas, primero a través de la llamada Revolución Cognitiva -hace aproximadamente 70.000 años-, que se tradujo en la adquisición del lenguaje, posteriormente con la conocida Revolución Agrícola -hace 12.000 años- y finalmente, hace 250 años, con la Revolución Industrial. Un recorrido desde la pura necesidad de sobrevivir, a la actual posibilidad de supervivir.

En paralelo a ese recorrido evolutivo, el movimiento en nuestra especie fue progresivamente saliendo del lugar tan crucial que había ocupado, y especialmente y de manera drástica, esto sucedió a partir de la Revolución Industrial, cuando las máquinas comenzaron a ocupar un espacio de referencia.

Este cambio en la conducta del Ser Humano, muy radical en términos evolutivos, ha tenido un impacto inmediato. Por ejemplo, La inactividad física (un elemento tan ‘moderno’ en nuestra especie), se ha situado en el lugar predominante de cuadros metabólicos, inmunológicos o neurológicos que han dañado nuestra salud.

Es un hecho probado que el incremento espectacular de la inteligencia del Homo Sapiens ha permitido dar solución a la mayor parte de los factores de presión evolutivos, pero también lo es que el desarrollo social, cultural y tecnológico desprende nuevos factores de riesgo para el mantenimiento de la salud. Factores desconocidos desde un punto de vista evolutivo (un nuevo perfil nutricional con elevadísimos contenido en calorías o en glucosa, un medio ambiente lleno de contaminantes atmosféricos, o espacios para el trabajo carentes de contacto con la luz solar, etc…), todos ellos elementos antropogénicos generadores de estrés para los cuales carecemos de estrategias adaptativas, con capacidad de ejercer presión débil pero mantenida en el tiempo, y cuya señalización no es incorporada por el Cerebro o la Musculatura sino por nuestro Sistema Inmune.

Elementos de estrés tan ‘actuales’ como una crisis económica, una hipoteca, la contaminación atmosférica, la falta de buenos nutrientes, o incluso la falta de contacto con la luz solar, jamás nos llevarán a tener que utilizar el movimiento como estrategia de solución. De este modo, hemos perdido uno de las funciones básicas para el mantenimiento de la salud y del reparto de energía en el organismo: la contracción muscular. Como consecuencia, la actividad física ha dejado de ser necesaria y la realidad es que una mayoría creciente de población nos es capaz de alcanzar la cantidad mínima de actividad física recomendable.

Con la pérdida de la funcionalidad de la musculatura, hemos perdido seguramente uno de los elementos de influencia más impactantes sobre el sistema inmunitario y por lo tanto uno de los mecanismos más eficaces para poder controlar los procesos inflamatorios crónicos, mecanismo de acción que está detrás de más del 90% de las enfermedades crónicas actuales.

Es por ello, que la lucha contra el sedentarismo debe ser uno de los elementos de cualquier intervención que se proponga mejorar el nivel de salud y el rendimiento de cualquier ser humano.

Os dejamos con Jaime, y su trabajo con nosotros en BIBERN MOVE, UNO DE LOS PROGRAMAS DE ACTIVIDAD FÍSICA QUE LLEVAMOS A CABO EN EL IEP