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...Parece por tanto, que para entender la salud se antoja fundamental comprender como se establecen el reparto de energía estos dos órganos. Para ello, la evolución también ofreció una respuesta: el ritmo.
(Os dejamos con la segunda parte del artículo de Daniel de la Serna, nuestro director Clínico, en la que sigue analizando la relación entre nuestro Cerebro y el Sistema Inmune).
Diurnamente, es el cerebro el órgano que tiene más facilidad de acceso a la energía, mientras que nocturnamente o bien cuando enfermamos, la prioridad la tiene el sistema inmune(5). En tanto en cuanto nuestro estilo de vida permita que seamos capaces de mantener estos flujos de energía rítmicamente, la salud estará más asegurada.
Sorprendentemente (o no tanto), cuando estudiamos la enfermedad crónica observamos que el denominador común de la mayor parte de ella es la inflamación crónica de bajo grado(7). Este proceso, acompaña cada día y cada noche la vida de muchas personas comprometiendo su salud y bienestar y marcando susceptibilidad para el desarrollo de patología, y se conecta directamente con un sistema inmunitario que ha dejado de respetar el ritmo que marca el reparto de energía en el cuerpo. Este comportamiento del sistema inmunitario ha llevado a algunos autores a referirse a él como el “sistema inmune egoísta”(8,9).
¿Qué significa tener a un sistema inmune egoísta crónicamente activo en el organismo? Básicamente que aumenta la competencia por los recursos energéticos del cuerpo entre los órganos y tejidos corporales. Este cuadro de dominancia mantenida de la función inmune parece que puede ir comprometiendo progresivamente el acceso a la energía del resto de órganos y por tanto las funciones de gran parte de los órganos del cuerpo incluyendo al cerebro(10).
De esta manera la enfermedad va encontrando su espacio y va manifestándose con los primeros síntomas. Algunos órganos podrían dar síntomas de carencia de energía, por ejemplo estreñimiento si es el intestino el órgano en carencia, o calambres o lesiones musculares si del músculo se tratara y, al tiempo, un sistema inmune consumiendo más energía también dará síntomas, fundamentalmente a través de todo el abanico de síntomas asociados a la inflamación (alergias, síntomas digestivos, -itis de repetición…).
¿Y el cerebro? No será este órgano el primero en manifestar síntomas, pero con el paso del tiempo, también éste va teniendo cada vez mayor dificultad en acceder a los recursos energéticos. Esta situación metabólica muy frecuente en la actualidad puede manifestarse a través de todo un grupo de síntomas pertenecientes al conocido como “desórdenes asociados a un cerebro no permisivo”(11,12,13) (non permissive brain disorder) tales como disminución de la fertilidad, inactividad física, hipotermia, disminución del metabolismo basal, pérdida de memoria, dificultad para concentrarse o crecimiento débil del cabello entre otros(14).
En algunos casos, cuando esta situación se mantiene en el tiempo y se acumulan otros factores de riesgo, el sistema inmunitario puede conseguir sobreponerse lo suficientemente al cerebro como para inducir patología, tal como parece que ocurre en el Parkinson, Altzheimer, Fibromialgia, Síndrome de Fatiga Crónica o incluso la Depresión, dónde esta situación puede llegar a comprometer al cerebro no solo a través del deterioro de ciertas funciones, sino también en el suministro sanguíneo e incluso su anatomía(15,16,17,18).
Así, para terminar esta primera parte me gustaría hacer mención a Rogers cuando comenta como “la inflamación parece ser útil cuando es controlada, pero mortal cuando deja de serlo”(19). Este documental que os dejo a continuación merece mucho la pena.
Referencias.
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13 Marzo
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