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El inicio de la Revolución industrial supuso la ruptura entre la especie humana y el medio ambiente.
Con ello la instauración de enfermedades crónicas no transmisibles se sitúan como la principal causa de enfermedad en las sociedades modernas del s.XXI.
Hasta el día de hoy, el ser humano lucha por mantener su salud en un contexto desconocido para sus genes al que es incapaz de adaptarse.
La distancia entre el ser humano y el ambiente en lugar de disminuír parece que aumenta para desgracia de nuestra especie.
A pesar de que las sociedades modernas acumulan riqueza material y un aumento del nivel de vida, ¿por qué los jóvenes tienen un mayor riesgo de depresión que sus padres y abuelos?
Los Ik de Uganda supuestamente se deprimen más al pasar de prácticas de cazadores a prácticas agrícolas ( Stevens y Price, 2000 ). Después de que los pueblos indígenas se modernizaran rápidamente, hubo un aumento de la incidencia de diabetes y las tasas de suicidio se triplicaron en una década ( Shephard y Rode, 1996 ).
Muy lejos quedan nuestras cualidades y actividades cazadoras-recolectoras.
La llegada de las redes sociales, los videojuegos y la revolución tecnológica quizás aumente todavía más la fractura con la naturaleza de nuestra especie. La rapidez con la que vivimos estos cambios hace imposible la adaptación e impacta directamente en nuestra salud generando una sociedad cada vez más dependiente de la tecnología. A medida que el uso y la influencia de las redes sociales y los videojuegos continúa creciendo, los investigadores han comenzado a explorar sus consecuencias para el bienestar psicológico relacionando su uso con la instauración de nuevas conductas adictivas que impactan en la configuración y funcionamiento de nuestro sistema de recompensas.
¿Las nuevas tecnologías nos han hecho adictos sin detectarlo? Estamos rodeados de estímulos que disparan el sistema de recompensas y modifican el circuito neuronal generando comportamientos depresivos característicos de un entorno social tóxico caracterizado por el aumento de la competencia, la desigualdad y el aislamiento social.
Junto a este entorno se suman los hábitos modernos que pueden predisponer a una mayor facilidad para mantener o iniciar una conducta de búsqueda mantenida de un estímulo placentero.
La dopamina es un neurotransmisor que permite que asociemos ciertas situaciones a una sensación placentera y eufórica. Este modo de comportamiento ha permitido a lo largo de nuestra vida que generemos un aprendizaje que hará que repitamos esa experiencia en el futuro. La aparición de las nuevas tecnologías y las redes sociales actúan sobre estas redes neuronales estimulándolas nocivamente para que produzcan un exceso de dopamina, lo que causará modificaciones que impactarán sobre el comportamiento y la salud del ser humano, aumentando considerablemente los estados depresivos y la necesidad de estar constantemente conectados a causa de una sensación permanente de miedo a perderse algo o una búsqueda constante de estímulos más placenteros.
La insulina y la leptina son capaces de inhibir los aspectos gratificantes relacionados con la conducta adictiva.
La psiconeuroinmunología clínica podrá ofrecer herramientas para restaurar la funcionalidad del circuito gratificante y generar una mayor resistencia ante los estímulos adictivos que rodean a la sociedad del s.XXI.
Álvaro Otero.
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13 Marzo
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