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¿Debemos comer más o menos frente al estrés? Sabemos desde hace tiempo la importante conexión existente entre la salud física y el rendimiento en el trabajo (2). Cumplir este objetivo debería traducirse en una mejora de nuestro rendimiento intelectual así como una buena estrategia preventiva para el desarrollo de la enfermedad metabólica y neurodegenerativa (3).
Tirando del hilo de los post anteriores en relación a la importancia de la competencia entre recursos energéticos, tratemos de añadir nuestro granito de arena para reposicionar al cerebro en el lugar más alto en la jerarquía del reparto de energía (1).
Las neuronas de nuestro cerebro, son células increíblemente flexibles desde un punto de vista metabólico; quiere decir que pueden obtener energía para asegurar sus funciones a partir de diferentes sustratos, fundamentalmente tres: glucosa, ácido láctico (cuyo principal productor es el músculo cada vez que se contrae) y los cuerpos cetónicos, que son productos procedentes del metabolismo de las grasas. (4,5,6). Así, mantener esta flexibilidad es clave para nuestra salud y rendimiento.
¿Como se nutre el cerebro? Durante años, se pensó que el cerebro no requería de ninguna estrategia específica para acceder a los recursos energéticos circulantes y que simplemente éstos atravesaban la barrera hemato-encefálica (barrera permeable que separa la sangre que circula por el cerebro de las propias neuronas) en función de las necesidades de éste órgano. Pero el panorama comienza a cambiar a partir del año 2004 con las publicaciones del Dr. Achim Peters, especialista en el estudio de la obesidad de la Universidad de Lübeck en Alemania.
Todo este trabajo, se plasma en la conocida como The selfish Brain Theory (7), La Teoría del cerebro egoísta, en la que genera un marco contextual que permite describir cuales son los procesos activos por los que el cerebro antepone su necesidad de cubrir sus requerimientos energéticos a los de cualquier otro órgano del cuerpo. Así, se observa como en ciertas situaciones donde puede haber dificultades en el acceso a la energía como por ejemplo las hambrunas, el cerebro es el órgano que mejor mantiene su estructura y función a pesar del estado general de desnutrición (8), siendo esto una respuesta en favor de la superviviencia. En estos casos, el cerebro activa mecanismos para movilizar los recursos energéticos almacenados en el cuerpo y antepone su jerarquía para consumirlos (a la postre, el cerebro como ya dijimos en otros posts ha sido un órgano clave para la supervivencia de la especie). Este mecanismo se conoce con el nombre de PULL cerebral (tiro cerebral) y es un mecanismo fundamental para preservar la salud que se ve muy dañado en algunas enfermedades como la diabetes, la obesidad o el síndrome metabólico (9).
Cuando el cerebro necesita una cantidad extra de energía, por ejemplo en situaciones de estrés, debería ser el PULL cerebral el mecanismo que debiera solucionar esta demanda extra a partir de los recursos almacenados en el cuerpo, para ello, la grasa corporal se debería empezar a descomponer en glicerol, glucosa y cuerpos cetónicos, el glucógeno hepático debería ser movilizado hacia la sangre en forma de glucosa y además, si asociado a la búsqueda de solución del factor estresante, existiera una cierta actividad muscular, el músculo comenzaría a producir ácido láctico (10).
De tal manera que a través del PULL cerebral, el propio cerebro consigue primero aumentar la disponibilidad de recursos energéticos en la circulación sanguínea: glucosa, acido láctico, glicerol, cuerpos cetónicos…y segundo, optimiza su captación. Todo esto, sin inducir apetito y sin tener que aportar energía extra a partir de los alimentos.
Este proceso descrito por Peters añade un matiz que resulta fundamental: el cerebro al mismo tiempo que moviliza recursos hacia la sangre, bloquea la producción de insulina en el páncreas (11), es decir, la hormona que producimos cada vez que comemos. Este matiz, como digo, resulta importante porque apunta en una dirección que cuestiona en gran medida la creencia más extendida de que para cubrir la demanda inicial de energía del cerebro en situaciones de estrés hay que comer y aportar glucosa extra a partir del alimento.
Para solventar la demanda extra de energía, Peters apunta que no debería existir la necesidad inmediata de comer, y tal vez podamos comprender ahora por qué algunas personas en situaciones de estrés pierden el apetito y por tanto tienden a perder peso. Esta situación que describo, sería un reflejo indirecto de como el PULL cerebral está funcionando adecuadamente y por tanto una muestra del dominio del cerebro en el reparto de energía. De alguna manera, mantener adecuadamente el funcionamiento del PULL cerebral puede ser un mecanismo muy eficaz para protegernos del sobrepeso y las enfermedades metabólicas asociadas.
En la siguiente parte del artículo, explicaremos la vital importancia de estos mecanismos que tiene nuestro cerebro para que podamos mejorar la Toma de Decisiones.
Nota del IEP; os dejamos con nuestro Jefe de Cocina Terapéutica, Gustavo Sacristán, y una frase al final de este vídeo; "todo empieza por el Cerebro".
Referencias
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13 Marzo
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